Deejo Damas 37g

Acero de Damasco de 256 capas compuesto por 16 capas de aceros, en las que se alternan el acero carbono (suave y afilado) y el acero inoxidable (resistente y poco sensible a la oxidación). Dicho acero se ha doblado 16 veces durante el forjado. A continuación, se aplica un tratamiento a base de ácido que permite revelar las líneas y los motivos característicos del acero de Damasco.

El mango está adornado con una plaqueta de zamak chapado en oro fino (en este caso, se trata más concretamente de paladio), de un blanco radiante. Esta resplandeciente plaqueta desprende infinitos destellos plateados que recuerdan a los cromados de un bólido o de una joya preciosa y que generan un magnífico contraste con los tonos mates del acero de Damasco. El oro es una materia inalterable, densa y noble a la que Deejo rinde aquí homenaje principalmente debido a la admiración que este despierta.

Para añadir un detalle de refinamiento absoluto, se ha intercalado una fina plaqueta de aluminio anodizado de color rojo entre la materia bruta del acero y los reflejos centelleantes de la plaqueta de oro blanco, que subliman la belleza de esta pieza excepcional.

El acero del tipo Damasco es a la cuchillería lo que el diamante es a la orfebrería: una materia escasa y valiosa, de propiedades literalmente extraordinarias, que convierte tu navaja Deejo en un objeto de deseo excepcional. Deejo utiliza uno de los aceros de Damasco más bellos disponibles en cuchillería. Forjado en Suecia por la empresa Damasteel según la tradición artesanal más estricta. Este acero de Damasco altamente resistente a la corrosión, además de ofrecer una capacidad de corte asombrosa y duradera, presenta una estética verdaderamente fascinante: se ha forjado a partir de 2 aceros inoxidables, uno claro y otro oscuro, y cada hoja revela arabescos grisáceos y motivos geométricos que juegan con la luz en un impresionante tono sobre tono. Cada pieza es única, pues revela con sutileza los gestos precisos del herrero y de su savoir-faire.

El acero de Damasco, una materia especialmente resistente que goza de gran prestigio, es una de las aleaciones de acero más duraderas que existen. Eso sí, para conservar sus propiedades, es necesario seguir unos consejos muy sencillos.

En primer lugar, como ocurre con cualquier otra hoja metálica, el acero de Damasco es sensible a la herrumbre y la oxidación. El óxido es el resultado de la oxidación del hierro a consecuencia de una exposición prolongada a la humedad. El acero de Damasco, especialmente rico en carbono, es más sensible que ningún otro a esta reacción. Por lo tanto, es indispensable evitar todo contacto prolongado con el agua y, sobre todo, secar bien la hoja después de utilizarla. Con mayor razón, este artículo no puede lavarse en el lavavajillas bajo ningún concepto, ya que, de hacerlo, correrá el riesgo de estropearse de manera irremediable.

Asimismo, es importante no utilizar materias abrasivas ni productos químicos agresivos que puedan dañar el motivo damasquino, que constituye la esencia de la belleza y singularidad de estas hojas.

Con respecto al afilado, las hojas de acero de Damasco se afilan siguiendo el procedimiento clásico, mediante una piedra o un afilador apropiado. No obstante, hay que tener cuidado de no dañar el motivo característico de la hoja durante esta operación. Adicionalmente, la dureza del acero puede requerir más tiempo que una hoja convencional. Por lo tanto, es imprescindible adoptar un gesto preciso (sosteniendo el filo de la hoja en un ángulo de 40 grados), firme y repetido durante un tiempo más prolongado de lo que sería habitual.

Con respecto al mango chapado en oro fino, este se oxida y, con el paso del tiempo, va cobrando una pátina natural. Para devolverle su brillo inicial, basta con frotarlo con un paño de microfibra (incluido) o con una gamuza ligeramente humedecida (disponible en droguerías y joyerías).

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